miércoles, 16 de abril de 2008

afrontando temores

dicen que no hay mejor manera de superar los miedos que enfrentándose a ellos. ¿cómo va a ser posible éso?, ¿cómo vas a acariciar aquello que alguna vez te hizo sufrir, o que lo sigue haciendo? pues es cierto, algunas veces hay que ponerse al límite para descubrir que se puede, a veces te obligan a ello.

yo no es que tuviese ningún miedo, pero ya se sabe, que cuando algo no-agradable te sucede en algún lugar concreto, prefieres esquivarlo el resto de las veces. hoy, por distintas razones, no he podido esquivarlo. he hecho el mismo recorrido que decidí hacer aquel día, hace ya dos semanas, en el que quise cambiar de camino, tan sólo por eso, por "cambiar", porque no me gusta tener los mismos hábitos cada día, prefiero ir alternándolos. así que giré por otra calle, me encontré con una persona que me alegró el momento, así, por casualidad, continué mi camino, sentí la velocidad rozándome la cara, hasta llegué a pensar en ella, en lo que podría pasar si...y en aquella curva la bici resbaló.

tras unos momentos de incertidumbre, de no sentir un brazo, de querer pedir auxilio y darme cuenta de que no me salía la voz, de realizar una llamada que nadie respondió (el mismo alguien que minutos antes me había regalado una sonrisa y me había dicho "nos vemos en casa"), de descubrir que estás en una zona en la que nadie te puede ver a menos que te desplaces. sólo en ese momento, con alguna que otra dificultad, conseguí levantarme, gesticular el dolor, sin tocarme el brazo, ya que me daba demasiado miedo descubrir que le había pasado algo. recogí la comida que había comprado tan sólo unos minutos antes y que en ese momento se encontraba esparcida por el suelo ("menos mal que no compré huevos", fue lo siguiente que pensé), cogí como pude la bici, con un brazo que seguía sin sentir, y me puse a pedalear con el único consuelo de que en cinco minutos llegaría a casa y allí estaría aquel alguien de nuevo para darme un vaso de agua y devolverme la tranquilidad que me hacía falta. y así fue. jamás deseé tanto aquella llegada, aquel portazo y aquellos pasos subiendo las escaleras de casa. sentí alivió. y por fin pude llorar con ganas.

hoy he vuelto a pasar por aquel lugar. lo he recordado todo, pero en lugar de lágrimas ha surgido una sonrisa, una sonrisa por que al final no hubiese sido nada, aunque el brazo siga doliendo..."ya se curará", es lo que me repito cada día; veremos a ver si es verdad...

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